Monstruosidad verbal
descomunal
Parafraseando
subterfugios colectivos
solapando la vileza
de los malhablados
como quijote
pordiosero de los barrios
demuestro mi
demostración:
monstruosidad verbal
descomunal.
y que maneras
mineras
de socavar la
palabra,
con explosiones
lingüísticas
en la preciosidad
enterrada
dentro del
territorio entretejido de las cosas.
Y si de cosas se
trata,
la cosificación
sustantiva
enseñada
colectivamente
sirvió para servir,
y como no soy siervo
no me sirvió.
Esas palabritas
parloteadas
por los maestros de
salón
lucen intocablemente
inmortales,
se descosen en los
labios inmutados
y se burlan de mis
verbales.
Las palabras son lo
que son,
las cosas son cosas,
pero describiendo la
cosa
en idiomas distintos
subordinan el
significante al significado.
El mundo se muestra
perturbado
por millares de
sentidos
y un conjunto de
letras mártires
intenta recrear la
experiencia
alejándose de las
substancias escritas.
El travestismo de
los términos
subvierte la
experiencia vívida
en obsecuente
anomalía,
y las señales se
presentan
filtrada por el
lápiz falocéntrico.
Lo inmediato mediado
por la tinta
del lapicero
observante
propiedad de la
querella machista,
la percepción
sojuzgada por las ideas
engaña la
sensibilidad auto-afectada.
Engaños y palabras
engaños en las
palabras,
palabras engañosas
designan el mundo y
sus cosas
creando la
estructura vital del habla.
El hablante
subordinado al habla
antes del yo está
la palabra
y antes del mundo ya
existía el sentido,
entonces que hay si
cambio las palabras
y el destino de lo
vivido.
La gerusía
decadente de las letras
impone con rigor sus
pronunciamientos
mientras lo inmóvil
se intenta designar,
y se aferran a la
tinta indeleble
de los escritos que
se pretenden inmutables.
Un quijote contra
las palabras
objetivadas por el
dominante,
se horroriza por el
sustantivo fundante de la sumisión,
y de esta manera
demuestra su demostración:
monstruosidad verbal
descomunal.
Daniel Burkett